No
desaprovechamos la ocasión de montar una fiesta para celebrar algo, aunque no
siempre el motivo esté justificado. Porque bien pensado, es una burla que la víctima
de un nombre feo monte una juerga para celebrar un santo con el que se pasa la
vida avergonzado. Tanto, que para disimularlo le quita sílabas, hasta que es un
desconocido para todo el que no estuvo en el bautizo.
¿Y
lo de seguir celebrando el cumpleaños cuando ya se es viejo? ¿Qué celebramos,
que este año tenemos más achaques que el año pasado, y que nos queda menos
tiempo para curarlos? Lo que de verdad sería motivo de celebración, es si se
detuviera el tiempo, además en el momento más feliz de nuestra vida. Y como
este milagro no es posible, lo mejor es no recordar que somos tiempo y
consumismos tiempo. Y malo, malo cuando dejamos de consumirlo.
A
pesar de todo, sea acertado o no lo sea, hemos de estar contentos de celebrar
muchos cumpleaños. Y los aniversarios que vienen después de los cumpleaños, que
los lloren y los recuerden otros.