El acoso a los fumadores ha
puesto muy de moda esa especie de invernaderos que se montan en las
puertas de las cafeterías, donde, demás de beber o desayunar sentados a la
vista del respetable, se puede echar humo mientras se charla por el móvil con
un acompañante invisible.
Observando la actitud de las
cuatro personas que se sentaron en la mesa de al lado, pensé que la vejez me
había vuelto muy raro. Se me hacía muy difícil comprender que aquellos cuatros
señores no intercambiaran una sola palabra entre ellos, todo lo que hablaron lo
hablaron por separado, cada uno a su teléfono móvil. Y con él gesticulaban,
gritaban y sonreían Sin dejar de hablar, pagó cada uno su cuenta, y
marcharon en amistosa compañía. También pensé que había cambiado
mucho la comunicación entre amigos, y que las cosas importantes se decían por
teléfono Y las declaraciones de amor, ¿cómo se hacen? ¿Con la rodilla en
tierra, o el teléfono en la oreja?