Necesitaba whisky para mirar el
frasco de pastillas que tenía encima de la mesa. Pensó que tendría que beberse
media botella para tomarse la primera pastilla, y la botella entera para
tragárselas todas. No tenía prisa. Por las prisas, por el miedo y por no estar
bastante borracho, había fracaso en otros intentos. Y como si
estuviese de charla con un invisible amigo, hablaba y bebía. Entre
palabras y tragos, contaba penas y justificaba su falta de valor para una cosa
y su cobardía para otra.
Se vio caminando por un túnel de
luz. De pronto una especie de coloso vestido de un blanco luminoso y con los
brazos en cruz, gritaba: ¡PRUEBA DE ALCOHOL!
Abrió los ojos y se encontró con
los de una enfermera que sostenía en la mano una bandeja con un vaso de agua y
un frasco de pastillas que, recordó, había visto encima de alguna mesa.