Vivimos tiempos muy complicados
para quienes tienen que ganarse la vida en un mercado laboral terriblemente
competitivo y deshumanizado. Las empresas dan trabajo, ni siquiera a los
mejores, sino a los que salen más baratos. Sin embargo, es muy necesaria una
buena preparación, porque siempre hay más salidas que las que pueda tener un
trabajador no cualificado.
Y, algún escalón más abajo, está
la persona que tiene una discapacidad. Ha de ser muy bueno y tener muchos
apoyos para conseguir un buen trabajo. Pero, ¿qué pasa con aquellos
discapacitados con unos conocimientos normales? Pues que han de vivir rezando
con la esperanza que se produzca un milagro que les arregle la vida. La
administración es consciente del problema, y da algunas ventajas a las empresas
para, al menos, paliarlo un poco. El resto queda en pequeñas ayudas y muchas
promesas. Y esto no es suficiente para olvidarse de la minusvalía y mirar
con optimismo el futuro. El problema no siempre está en una deficiencia
física, está en cómo ganarse la vida.
Se habla mucho de integración, y,
yo pienso que con trabajo es más fácil integrarse, y con dinero, mucho más ¿Pero
qué pasa cuando no se da esa circunstancias? Pues que el discapacitado es mucho
más discapacitado todavía, para la sociedad, para la familia y para uno mismo.
Sin el problema laboral, la discapacidad hasta pasaría desapercibida.